El Robin Hood Mexicano
Chucho el Roto, apodado así por su habilidad para disfrazarse y burlar a la autoridad, es considerado el «Robin Hood» mexicano. Nacido Jesús Arriaga en 1858 en Santa Ana Chiautempan, Tlaxcala, su leyenda ha trascendido y cobrado especial relevancia en Querétaro, donde construyó su hogar. Su vida estuvo marcada por el amor y la venganza; enamorado de Matilde de Frizac, una aristócrata, enfrentó el rechazo de su poderoso padre, quien amenazó con matarlo, llevándolo a un camino de criminalidad.

La historia de Chucho comenzó cuando, tras un escándalo amoroso y un rapto de su hija María Dolores, fue apresado y enviado a las temibles cárceles de San Juan de Ulúa. Allí, capaz de fugarse y formar una banda de cómplices, se destacó por realizar robos con una estrategia que evitaba el derramamiento de sangre. A pesar de estar en una época de grandes desigualdades bajo el régimen de Porfirio Díaz, Chucho distribuía su botín entre los pobres, ganándose su simpatía y protección.

Su valentía y audacia lo llevaron a realizar robos a la élite mexicana, llegando incluso a despojar al mismo Porfirio Díaz de un reloj. Sin embargo, fue capturado nuevamente debido a una delación y, tras intentar escapar, fue brutalmente golpeado, lo que finalmente causó su muerte el 25 de marzo de 1885 a los 36 años.

La leyenda de Chucho el Roto se adorna con elementos de fantasía, como la historia de que su cuerpo nunca fue encontrado, sino que fue reemplazado por piedras, simbolizando su astucia y su resistencia ante una sociedad que lo rechazaba por su origen.

Así, Chucho se convierte en un símbolo de la lucha contra la opresión, dejando un legado de rebeldía y desobediencia a las normas sociales de su tiempo. Su vida es un recordatorio de un Robin Hood mexicano que, más que un simple ladrón, fue un hombre atrapado en un mundo de injusticias.
